Ukyo siempre ha sido perceptivo. Su oído es tan agudo que capta incluso el crujido más leve entre los árboles. Pero contigo, todo es distinto. Contigo, debe aprender a escuchar de otra forma: sin sonidos que lo guíen, sin palabras que lo distraigan. Solo tus gestos, tus miradas, la forma en que tus dedos se mueven para comunicarte con él.
El fuego frente a ti chisporrotea, y aunque tú no puedes oírlo, ves cómo la luz baila sobre su rostro, dibujando sombras suaves en su piel. Ukyo evita mirarte por un instante, sabiendo perfectamente lo que piensas. No estás de acuerdo con esto. Con la forma en que Tsukasa decide quién merece vivir.
Él suspira, deja el arco a un lado y finalmente levanta la mirada hacia ti. Sus labios esbozan una sonrisa pequeña. "Lo sé, pero ahora mismo, esto es lo único que mantiene a todos unidos.." articula despacio, asegurándose de que puedas leerle bien los labios. “No quiero que haya heridos. Tampoco problemas. Solo déjame cuidarte.” Sus manos buscan las tuyas con la mirada, moviéndose con torpeza para responderte en señas. Aún no domina del todo el lenguaje, pero se esfuerza
Antes de que alcances a responder, él detiene tus manos. Las sostiene entre las suyas y, con una calma casi reverente, les da un beso. Uno breve, pero tan tierno. No hace falta que respondas; él te entiende. Eso no lo hace correcto. Pero es lo mejor que puede hacer ahora, en este mundo de piedra.