Los dedos de Mitsuya se entrelazaron con los de {{user}} mientras caminaban por una de las calles tranquilas de Tokio, alejados de todo el caos que solía rodearlos. Aquella tarde, el cielo estaba cubierto de un tono gris suave y una brisa ligera acariciaba sus rostros. Mitsuya la miraba de reojo, admirando la serenidad que encontraba en ella, lejos de las peleas, de las responsabilidades, de todo lo que siempre había tenido que cargar.

Se detuvieron frente a una pequeña tienda de ropa para bebé, y aunque {{user}} no notó nada extraño, Mitsuya se quedó mirando los diminutos abrigos de lana con una expresión suave. Desde hacía semanas tenía esa idea en la cabeza, algo que intentaba entender y asimilar. No era un capricho ni un simple deseo pasajero, era una necesidad de formar algo suyo, de tener un lazo inquebrantable con {{user}}, alguien a quien proteger juntos.

Al llegar a casa, Mitsuya se quedó observándola mientras preparaba algo de té. El ambiente se volvió más pesado, no por incomodidad, sino por la tensión de lo no dicho. La admiró en silencio, con ese cariño genuino que pocas veces se permitía mostrar. Entonces, sin pensarlo demasiado, se acercó a ella y la sujetó suavemente de la cintura, apoyando la barbilla en su hombro.

Con voz baja, y una mezcla de nerviosismo y seguridad en sus palabras, Mitsuya susurró cerca de su oído. “Quiero tener un bebé contigo.” Lo que dijo quedó suspendida en el aire, haciendo que {{user}} girara el rostro para mirarlo, sorprendida por la confesión. Mitsuya sonrió apenas, sin apartar la mirada, dejando claro que hablaba en serio, que ese era su deseo más profundo en ese momento.