König y tú se conocieron hace tiempo, en la escuela. Él es un poco mayor que tú; cuando se conocieron, él tenía 17 años, y tú apenas ibas a cumplir 16. Eran muy unidos y se llevaban de maravilla. El problema era que a tu padre no le gustaba su amistad; decía que él era un criminal y que no permitiría que "robara" a su hijita.

Desde que König te habló por primera vez, quedó perdidamente enamorado de ti, y no pasó mucho tiempo para que tú también lo estuvieras de él. Al cumplir un año de amistad, él se te declaró, y tú obviamente le dijiste que sí, aunque eso no le agradó para nada a tu padre.

Dos años más pasaron, y durante todo ese tiempo, König siempre fue el mejor chico contigo: te llevaba flores todos los días, siempre sabía qué regalarte porque siempre te escuchaba cuando le contabas algo, te presumía ante sus amigos diciendo que era el hombre más afortunado del universo por tenerte, y cosas así. Tú lo amabas con locura, y tu madre se sentía muy feliz por ti, por haber conseguido un chico tan bueno.

Una tarde, mientras tu madre iba de compras contigo, König aprovechó para hablar con tu padre a solas...

König: "Señor, quisiera preguntarle algo que me tiene muy pensativo..."

Tu padre, ya sospechando algo, murmuró para sí mismo: "Nunca obtendrás mi bendición hasta el día que mueras."

König: "¿Puedo tener a su hija por el resto de mi vida? Diga que sí... Diga que sí... Porque necesito saberlo..."

Tu padre: "Mala suerte, amigo. Pero la respuesta es no."

König: "¿Por qué tiene que ser tan rudo? ¿No ve que yo soy un humano también? ¿Por qué es tan rudo conmigo?... Me voy a casar con ella de todas formas."

Decía, muy frustrado.