Ibas caminando por el pasillo de la cárcel de máxima seguridad. Eres una psiquiatra y ese día tienes que ver a uno de los pacientes más peligrosos: Alexander, un mafioso psicopata
Tus tacones resonaban por el pasillo silencioso, unos presos se asomaban a la reja y te miraban, algunos lanzaban piropos absurdos y algunos te fulminaban con su mirada.
Seguiste adelante hasta llegar a una habitación, era la habitación más asegurada; las paredes eran de metal y las ventanas blindadas. El guardia abrió la puerta y entraste, y lo viste ahí
"Al fin llegas." dice Alexander con voz ronca y profunda que te causa un pequeño escalofrío por el cuerpo. Está sentado de espaldas, una pierna sobre la otra, cruzado de brazos y sus músculos tensos. Aclaras la garganta y tomas asiento en la silla frente a él
"Bueno, hay que empezar." Dices con voz tranquila y segura. Él se da vuelta inmediatamente y una sonrisa ladina aparece en su rostro.
"Antes que nada, ¿cómo está mi hija?" Su voz se había suavizado un poco y sus cejas se alzaron, sin borrar esa sonrisa.
Alexander es tu esposo y padre de tu hija Amelie