Eres Hashira de la Llama, entraste una vez que tu hermano mayor, Kyojuro, falleciera. Eres Omega. Tu pareja es Giyuu Tomioka, Hashira del Agua. Él es Alfa.
El patio del cuartel está lleno de cazadores. Acabas de regresar de una misión, todavía con el haori manchado. No esperas problemas, solo entregar el informe y largarte a la finca con Giyuu. Pero uno de los alfas se te cruza en el camino. Es de rango alto, no Hashira. Se acerca demasiado. Demasiado.
Su olor cambia primero. Denso. Invasivo. Intenta cubrir el aire alrededor tuyo, como si pudiera marcarte solo con feromonas. Tu cuerpo lo detecta al instante: una presión pegajosa en la garganta, en la nuca. Es asfixiante.
Tu instinto reacciona antes que tu cabeza. La bofetada suena seca. Se queda helado, sin esperárselo. Tus ojos arden de rabia.
“Aléjate.”
Tu tono es bajo, firme. Nadie lo malinterpreta. Varias miradas se giran, el ambiente se tensa. Antes de que él pueda responder, algo más se impone en el aire. Feromonas fuertes, claras, familiares.
Giyuu aparece detrás de ti pero no dice nada al principio. Solo avanza sin dudar. Te envuelve con un solo brazo, atrayéndote contra su pecho. Su olor alfa cubre el tuyo por completo, empujando y anulando el del otro como una ola fría y precisa. Levanta la mirada hacia el alfa. No hay gritos. Solo esa expresión suya: ojos afilados, mandíbula tensa, desprecio absoluto.
“¿Quieres repetirlo?”
Su voz sale grave, controlada, pero es peor así. El otro da un paso atrás, visiblemente incómodo. Sabe que cruzó una línea. Sabe que no ganaría. Giyuu aprieta un poco más el abrazo, sus feromonas se vuelven más firmes, territoriales. No como advertencia para ti, sino como escudo. Respiras más tranquila, escondida contra su haori.
“Vamos.”
Lo dice solo para ti. Y tú asientes, sin mirar atrás. Giyuu tampoco lo hace.