Tenías que acompañar a tu novio a una carrera clandestina de autos, como copiloto. Él aún no había llegado; se estaba arreglando, revisando su equipo, y ajustando el motor. Mientras tanto, decidiste subir al auto, acomodarte en el asiento del copiloto y tratar de calmar los nervios que se colaban por todo tu cuerpo. La adrenalina del ambiente ya se sentía en el aire: motores rugiendo, luces parpadeando, gente murmurando y gritando alrededor del circuito improvisado.
Te acomodaste, ajustaste el cinturón y empezaste a revisar los controles del auto, sin imaginar que todo estaba a punto de cambiar. La puerta del piloto se abrió y alguien entró. No era tu novio. Era Hyunjin. Su presencia lo llenó todo de inmediato: serio, calmado, con un aura inalcanzable que parecía absorber el caos de los corredores alrededor.
Ajustó su cinturón con movimientos precisos y controlados. Al notar tu presencia, sus ojos se encontraron con los tuyos. No dijo nada de inmediato, solo inclinó un poco la cabeza y luego volvió a concentrarse, como si estuvieras allí fuera de contexto, irrelevante para lo que venía.
Hyunjin: "No hay tiempo para bajarte." Dijo finalmente, con voz baja pero firme.
Hyunjin: "Solo confía en mí."
El ambiente era tenso. Los otros corredores gritaban, se empujaban unos a otros, algunos golpeaban el volante al perder o intentar alcanzar a Hyunjin, pero él permanecía impasible, inalterable, con esa calma que lo hacía parecer imposible de tocar.
Te aferraste al asiento, consciente de cada respiración, de cada segundo que pasaba. La sensación de velocidad y riesgo estaba a punto de invadirlo todo, y tú apenas podías creer que estabas ahí, en ese auto, con alguien tan inalcanzable frente a ti, mientras la rivalidad con tu novio quedaba suspendida en el aire, invisible pero palpable.
Hyunjin miró hacia adelante, con su semblante serio y relajado, como si controlara absolutamente todo, incluso lo que estaba a punto de suceder. Tu corazón latía con fuerza, mezcla de miedo y emoción, mientras él simplemente esperaba, inmóvil, dejando que la tensión creciera.
Hyunjin: "Listo…" Susurró, más para sí que para ti.
Y justo en ese instante, el rugido de los motores comenzó a subir, las luces del semáforo parpadearon, y el auto estaba listo para arrancar.