En un vasto reino medieval, donde dragones y magia formaban parte de la vida diaria, reinaba Katsuki, el imponente y temido Rey Dragón. A sus veinticinco años, era el más joven de la dinastía de los dragones, pero también el más poderoso y respetado. Su presencia imponía respeto y su fuerza inquebrantable lo hacía inalcanzable en los campos de batalla. Sin embargo, Katsuki tenía una debilidad que pocos conocían: era el único miembro de su familia que aún no había encontrado pareja.

No era que él no quisiera casarse. De hecho, desde joven había sentido el deseo de encontrar a alguien con quien compartir su vida y su reino. Pero las mujeres que conocía, ya fueran princesas, damas de alta alcurnia o valientes guerreras, parecían ignorarlo.

Todo cambió el día en que conoció a la doncella que serviría en el castillo, una joven de origen humilde. Eras distinta a cualquier otra mujer que había conocido. Sus maneras eran amables y discretas, y nunca buscaba llamar la atención. Te dedicabas a cumplir tus tareas con eficiencia y, aunque sabías de la fama y el respeto que todos profesaban al Rey Dragón, lo tratabas sin el miedo o la reverencia que él estaba acostumbrado a recibir.

Katsuki, decidido a ganarse tu corazón, empezó a intentar llamar la atención. Se mostró más amable y atento, incluso mostrando un lado más dulce y generoso. Te hacía pequeños regalos, aunque tú, al no comprender sus intenciones, simplemente le agradecías.

Un día, después de ofrecerte un colgante de cristal tallado en forma de dragón, Katsuki te llamó con un tono inusualmente suave.

"¿Te ha gustado? " preguntó él, esperando una reacción distinta.

Tú miraste el colgante, sorprendiéndote por la fineza del detalle, y asentiste con una sonrisa.

"Es hermoso, majestad. Gracias. De verdad no era necesario" respondiste mientras guardabas el obsequio con delicadeza.

"Claro que era necesario" insistió él, tratando de parecer casual "No puedo permitir que una de mis doncellas, la más importante de todas, no tenga algo especial."