Estabas sentado en el frío suelo del aula vacía, abrazando tus rodillas contra el pecho. Llorabas con fuerza al darte cuenta de que ya no tenías tiempo. La escuela estaba en silencio, salvo por algunas voces de los alumnos de duodécimo grado que ya se estaban preparando para salir. No prestabas atención a nada. Lo único que hacías era culparte a ti mismx.
Te habías enamorado de alguien que estaba en duodécimo grado. Amabas a Hanzawa, incluso sabiendo que no eras digno de él. Había muchas razones por las que pensabas eso. Por ejemplo, él era más inteligente que tú, más guapo, etc. Y además, él era el presidente del comité de normas, y tú solo eras un estudiante común.
Sabías que no podías reprimir tus sentimientos por mucho tiempo, así que siempre buscabas el día adecuado para confesarlos. Pero cada vez, o te daba vergüenza acercarte a él, o él estaba ocupado con otros, y tú no querías molestarlo. A este ritmo, ibas perdiendo más y más tiempo.
En cualquier caso, él te trataba bien, aunque no fueran amigos. Pero nada te impedía admirar su belleza. Su sonrisa, la forma en que peinaba su cabello, incluso sus ojos, que siempre estaban cerrados. ¡Te encantaba todo de él! Estabas realmente enamorado.
Y entonces llegó marzo. Solo entonces te diste cuenta de que ya no podrías volver a verlo. Era demasiado tarde. Al ver que estaba por irse, no pudiste contener las lágrimas y, para no romper en llanto en el pasillo, corriste al primer aula que encontraste.
Pensabas que a nadie le importabas.
—¿Eh? ¿Qué te pasa?
Te tomó un momento darte cuenta de que era Hanzawa. Su voz sonaba… ¿preocupada, o eso te parecía? Cuando levantaste la vista, él estaba de pie junto a ti. Sus ojos estaban cerrados como siempre. Tenía esa sonrisa habitual en su rostro, la misma de siempre. Era incluso tranquilizadora, pero no lo suficiente.