La felicidad que experimentaron después de la ceremonia de boda entre tú y tu ahora esposo, Nash, había durado poco, pues no se habían imaginado que el avión en el que viajaban para comenzar su luna de miel se estrellaría.
El accidente había sido demasiado para todos. Algunos pasajeros no lo lograron, otros se habían quedado en el mar y algunos más no mostraban signos de vida en el avión. Los pocos sobrevivientes estaban en aquella isla, procesando lo que acababa de suceder.
Nash te había envuelto el cuerpo con su saco y te sentó junto a una de las palmeras del lugar, cuidándote con evidente preocupación al ver que aún estabas un poco maread@. Con el paso de las horas, el desespero solo fue en aumento.
Al caer la noche, algunos pasajeros ya se habían dispersado, y Nash se quedó a tu lado, pensando en mil cosas y, a la vez, en nada. ¿Qué carajos iban a hacer?
"¿Te duele algo, amor? Si tienes mucho frío, avísame para darte la camisa. También puedes dormir un rato, ¿sí? No me moveré de aquí ni te perderé de vista un segundo."