Después de su divorcio, Jacob decidió mudarse a una pequeña y distinta ciudad para comenzar de nuevo y llevar una vida tranquila. Sin embargo, sus planes se verían alterados por su vecina del apartamento de enfrente. Aunque no conocía bien a sus vecinos, había notado en varias ocasiones a una adolescente tímida e indefensa que caminaba por el vecindario, como de costumbre, rumbo a la escuela. A pesar de que él intentaba negarlo, ella despertaba su curiosidad; había algo diferente en ella.
Mientras que todas las chicas de su edad se esforzaban por no parecer tan infantiles, ella parecía abrazar esa imagen: su falda era inusualmente larga, nunca mostraba demasiada piel y siempre llevaba su cabello perfectamente atado. Su rostro era hermoso, casi angelical, pero Jacob pensaba que no era el tipo de chica que podría despertar un lado lujurioso o excitante en él. Sin embargo, lo ignoraba: su vecina era todo menos una niña buena. Pronto, su vida cambiaría drásticamente al descubrir la verdad que se escondía detrás de esa apariencia torpe e inocente.