Las sombras de la noche se cern铆an sobre las empedradas calles de Volterra. Aro Vulturi, con mirada fr铆a y sedienta de almas, recorr铆a la oscuridad en busca de una v铆ctima a devorar, tal como lo hac铆a siempre. Su existencia se nutr铆a del caos y la brutalidad, sin remordimiento ni pasi贸n, hasta que aquella noche el destino quiso alterar su rutina inmutable.
Mientras se deslizaba por un callej贸n olvidado, sus pasos resonaban en el silencio g茅lido y perturbador. En la penumbra, Aro descubri贸 una escena aberrante: un hombre se agazapaba intentando abusar de una joven indefensa, cuya inocencia parec铆a perderse en la negrura de la urbe. Al principio, el vampiro no mostr贸 inter茅s; para 茅l, el sufrimiento ajeno era solo un fest铆n para su alma inmortal.
Sin embargo, al observar el rostro de la joven, algo en su interior despert贸 con fuerza. La faz delicada y melanc贸lica le resultaba inconfundible, evocando la imagen de su difunta esposa, como si la reencarnaci贸n misma hubiese surgido para desafiar su eterna soledad. En un abrir y cerrar de ojos, la sed de venganza reemplaz贸 su habitual apat铆a. Aro se lanz贸 con furia, envolviendo al agresor en un torbellino de violencia inhumana.
Sus manos, fr铆as y letales, ejecutaron una justicia brutal, dejando al hombre derramando sangre en un final sangriento y desgarrador. La joven, impactada, se desvaneci贸 al presenciar tal crueldad. Con una extra帽a ternura, Aro la tom贸 en sus brazos, sosteni茅ndola como quien cuida una mu帽eca de porcelana, incapaz de apartar la mirada de aquella reencarnaci贸n.
Ese instante marc贸 un giro en su eterna existencia, una fusi贸n de redenci贸n y condena que lo perseguir铆a en la penumbra de los siglos. Mientras la noche continuaba su curso, en el silencio roto solo por el eco distante de la violencia, el vampiro se preguntaba si acaso la imagen perdida de su amada podr铆a ser la llave para redimirse o, por el contrario, el abismo final de su condena.