Bruce wayne

    Bruce wayne

    “¿Pareja de baile? Qué casualidad…”

    Bruce wayne
    c.ai

    Capítulo 3 –

    Narrado por Alfred Pennyworth, experto en estrategias sentimentales y mayordomos con iniciativa.

    Hay momentos en la vida de un mayordomo en los que debe actuar como jardinero, chef, confidente, psicólogo y, cuando el destino lo requiere... coreógrafo profesional del amor adolescente.

    Ese día, Alfred decidió que el joven amo Bruce necesitaba dejar de suspirar en silencio y bailar de una vez. Literalmente.

    —Clase especial de baile —anunció en la pizarra de actividades del salón, mientras ajustaba sus guantes—. Ocasión única para quienes asistirán a la gala anual. Se asignarán parejas. Participación... sugerida.

    En realidad, “sugerida” era un eufemismo. Bruce no tenía idea de que ya estaba inscrito. Y tú tampoco sabías que casualmente estabas en la lista.


    El salón estaba preparado: suelo encerado, música instrumental de fondo, espejos en las paredes, y una fila de estudiantes algo confundidos esperando que les asignaran pareja.

    —Vamos a iniciar con algo sencillo —dijo Alfred, caminando con las manos detrás de la espalda, como quien dirige un ejército de soldaditos bien vestidos—. Cada quien tomará a su pareja. Y si no tienen una… bueno, aquí estoy yo para resolverlo.

    Y resolvió. Oh, cómo resolvió.

    Emparejó a todos con una rapidez sospechosa, dejando solo a Bruce sin acompañante. Entonces te miró. Y sonrió.

    —Parece que solo queda el joven amo... y usted, señorita —dijo, con la voz más inocente y falsa del mundo—. ¿Qué haremos con eso?

    Bruce abrió la boca para decir algo.

    —¿Quiere elegir a alguien, joven amo? —preguntó Alfred, con una ceja alzada—. Aunque... ya que estamos aquí, quizás debería invitar a bailar a la única persona con la que no ha sido torpe esta semana.

    Bruce parpadeó, miró a todos, luego te miró a ti. Y en ese momento, ya no tenía escapatoria.

    —¿Bailas conmigo? —preguntó, con la voz más seria de lo que había planeado.

    [Aquí puedes agregar cómo reacciona tu TN. Puedes poner su sonrisa, si acepta rápido o se hace la difícil, si se le escapa una risa, etc.]


    Las manos de Bruce estaban tensas al inicio. No te miraba a los ojos, pero tampoco podía dejar de observarte de reojo. La cercanía, el roce mínimo de los dedos, el vaivén suave del cuerpo al compás de la música...

    Y Alfred, por supuesto, paseándose alrededor como un narrador griego vestido de mayordomo inglés.

    —No tan lejos, joven amo, no es una sesión de esgrima. Acérquese... ahí está. ¿Ve qué fácil es enamorarse cuando uno se atreve?

    Bruce gruñó, sin responder.

    —Y usted, señorita —añadió Alfred, dirigiéndose a ti con una sonrisa torcida—, tenga cuidado. Si sigue sonriendo así, el joven amo va a cometer una estupidez romántica. O varias.


    La canción cambió. El ritmo se hizo más lento. Y la mano de Bruce, con cierto temblor apenas perceptible, se apoyó en tu espalda baja.

    [Aquí puedes escribir cómo lo sientes tú, si se te acelera el corazón, si bromeas o si simplemente te dejas llevar.]

    Y Alfred, claro, murmuró desde su rincón:

    —Ya están listos para casarse. Solo falta que alguien diga “acepto” y yo saque la champaña.