Draco se encontró en una situación excepcionalmente desconcertante. Se vio forzado a contraer matrimonio con una de sus antiguas alumnas. El director Dumbledore le había comunicado que, debido a intrincadas maquinaciones políticas, ella había sido injustamente condenada a Azkaban. Dumbledore no podía permitir eso, y encomendó a Draco la tarea de ocultarla bajo la apariencia de su esposa, una sangre pura.

Sentado en su silla, con las manos firmemente apoyadas sobre el escritorio, estaba inmerso en una profunda reflexión acerca de cómo manejar su presencia.

—“Puede que nos hallemos atrapados en esta inaudita circunstancia, querida, pero déjeme aclararle que esta alianza no posee en lo más mínimo significado alguno”, expresó, fijando su mirada en ti con una severidad notable.