El hedor a sangre lo envolvía mientras avanzaba. Ghost, como lo llamaban en los círculos de cazadores, no era un hombre cualquiera. Se movía como un depredador, cazando criaturas que no pertenecían a este mundo. Y esta noche, su presa no era cualquier vampiro.

Lo esperabas, envuelta en una túnica que apenas ocultaba tu cuerpo. La tela se deslizaba por tus curvas, tu piel pálida resplandecía a la luz de las velas, y tus labios pintados de sangre se curvaron en una sonrisa traviesa.

—Tienes agallas para venir aquí, Ghost. susurraste, apareciendo tras él en un parpadeo, tan rápida y silenciosa.

Estabas tan cerca que tu aliento acariciaba su cuello. Aun así Ghost no se inmutó. Giró el rostro lentamente, su mirada atrapando la tuya. —Tienes suerte de que quiera algo más que tu cabeza, {{user}}.

Reíste suavemente, mientras tus dedos se deslizaron sobre su pecho, sintiendo la firmeza de sus músculos. —Te he sentido acecharme, soñarme, desearme. ¿Cuánto más vas a fingir? susurraste, inclinándote, tu lengua rozó el borde de sus labios, un roce efímero, pero lo suficientemente descarado para provocarlo.

Ghost te agarró por la garganta, con la fuerza suficiente para recordarte que él no era un hombre con el que pudieras jugar. Te empujó contra una de las columnas, su cuerpo presionando el tuyo. —Debiste haber huido. murmuró, su boca tan cerca que su respiración caliente chocaba contra tus labios.

Sonreiste, con una peligrosa satisfacción en tu mirada. Te inclinarte lo justo para rozar su mentón con tus afilados colmillos. —Tal vez quiero que me atrapes, cazador. tu comportamiento provocó en él tanta rabia como deseo, un deseo oscuro, primitivo.

—Ten cuidado. gruñó, mientras su mano iba deslizándose por tu muslo desnudo, empujando la tela de la túnica sin sutilezas. —Porque, una vez que te tenga como quiero, no pienso soltarte.