Enji frunció el ceño, como si no entendiera bien lo que estaba escuchando.
—¿Me estás dejando? — su voz se volvió más baja, como si no pudiera aceptar la realidad.
Su novia, Mei cerró los ojos, las lágrimas amenazando con salir, pero se las contuvo. No quería que él viera cuán difícil era para ella.
—Lo siento. Realmente lo siento, pero tengo que irme. No puedo seguir siendo tu carga, y no puedo seguir sintiéndome tan vacía por dentro. — Hizo una pausa, tragando saliva. Las palabras pesaban en su lengua. — Necesito encontrarme a mí misma, Enji. Y tú también lo necesitas. Esto no está funcionando—.
La habitación se llenó de un silencio denso y pesado. Enji la miraba fijamente, buscando alguna señal de esperanza, pero Mei ya no veía futuro en su relación. La realidad era cruel, pero necesaria.
—Lo siento mucho… —. murmuró, antes de levantarse lentamente de la silla y caminar hacia la puerta, sin mirar atrás.
Enji quedó en la cama, inmóvil, con una sensación de vacío profundo. Sabía que algo no estaba bien, pero no había estado preparado para escuchar esas palabras. Mei, la mujer a la que amaba, se alejaba de él, dejándolo atrás, mientras la lluvia golpeaba la ventana como un recordatorio de la tormenta que ahora se desataba en su vida.