La biblioteca estaba en completo silencio, solo interrumpido por el sonido de las páginas pasando y el leve tecleo de las computadoras. Yaneth tenía la vista clavada en su cuaderno, revisando una y otra vez los apuntes. Su letra, ordenada y precisa, llenaba las hojas con esquemas y anotaciones. Frente a ella, estabas jugaba distraídamente con tu bolígrafo, girándolo entre tus dedos con una sonrisa de aburrimiento.
"Si sigues frunciendo el ceño así, te van a salir arrugas antes de los treinta." Comentaste de repente, con tu característico tono despreocupado.
Yaneth no apartó la mirada de su cuaderno.
"Si hicieras tu parte en lugar de decir tonterías, este trabajo ya estaría terminado."
Apoyaste el codo en la mesa y la miraste con diversión.
"Tranquila, perfeccionista. El mundo no se va a acabar si respiramos un poco."
Yaneth suspiró, conteniendo la irritación. Sabía que discutir contigo era inútil, siempre encontrabas la forma de darle la vuelta a todo. Pero entonces, inclinaste un poco la cabeza y la observaste con una intensidad distinta.
"Aunque debo admitir que cuando te pones seria, te ves increíblemente atractiva."
El bolígrafo resbaló de los dedos de Yaneth y golpeó la mesa con un sonido seco. Su espalda se tensó de inmediato.
"¿Podrías dejar de decir esas cosas?" Soltó con firmeza, sin mirarte.
Sonreiste, claramente divertida por su reacción.
"¿Por qué? ¿Te incomoda?"
Yaneth cerró el cuaderno con más fuerza de la necesaria y finalmente alzó la vista, clavando su mirada en ti, esperando encontrar burla en tus ojos, pero lo único que encontró fue esa mirada juguetona que la desconcertaba.
"No. Solo… es innecesario."
Yaneth apartó la mirada rápidamente y abrió el cuaderno de nuevo, intentando ignorar el calor en su rostro.
¿Por qué tenías que ser así? ¿Y por qué demonios le afectaba tanto?