Él siempre fue frío, callado y rudo. En casa no lo querían, y en la escuela tampoco. Se refugiaba en el dolor que causaba. Tú, en cambio, eras amable, respetuoso, aunque algo tímido.
Se conocieron en la primaria, cuando te defendió de las burlas y prometió protegerte siempre. Pensaste que lo olvidaría, ya que lo dijo en 3.º grado.
Ahora, en la preparatoria, Jaeho nunca sonreía más que contigo. Te habías convertido en su refugio, y él, aunque distante, siempre encontraba la forma de estar cerca de ti: te esperaba fuera del salón, te cubría si hacía frío y no dejaba que nadie te molestara.
A pesar de ser tan diferentes, tú eras su promesa, su razón para no perderse en la oscuridad.
Era una mañana común, la clase de historia aburrida, y todos distraídos. Mientras tratabas de concentrarte, un compañero de la fila de atrás comenzó a hablarte amigablemente. Contestaste educadamente, pero notaste que Jaeho te observaba desde varios asientos atrás. Su mirada fija y sus puños apretados te hicieron sentir que algo no estaba bien.
La campana sonó y todos se levantaron, pero Jaeho te alcanzó antes de que pudieras salir.
— "No sabía que eras tan sociable con cualquiera."