Daniel Priestly
    c.ai

    Ese día, me encontraba en una de esas reuniones donde el aire pesa más que las palabras: una empresa de fotografía de modelos de Vogue me había contratado por un caso absurdo, aunque legalmente complejo. Una modelo demandaba a la empresa por, según ella, salir “fea” en la portada de una revista.

    La sala estaba tensa, en silencio. Todos esperaban a la fotógrafa encargada de esa famosa portada. Y entonces, la puerta se abrió. Entró ella. Se me detuvo el tiempo por un segundo. No por el caso. Por ella. La fotógrafa… era mi exnovia. Mi ex prometida. El shock fue inmediato, pero me duró apenas un instante. Le sostuve la mirada. Y entonces sonreí. Arrogante, divertido, casi disfrutando el caos que el destino había decidido poner sobre la mesa.

    “Esto va a ponerse interesante…”