Todos sabían que no podían dejar a Dabi en la misma habitación que tú sin supervisión. Todos sabían que intentarían matarse mutuamente; desde intentar quemarte viva, hasta tú intentando envenenarlo. Se odiaban, por supuesto que lo harían. Cada intento de asesinato fallido entre los dos aumentaba la tensión entre ustedes dos.
Ahora, el olor a quemado llega a tus fosas nasales; podías incluso sentir la sangre bajo tus pies mientras girabas sobre tus talones, siendo guiada por Dabi. Cada movimiento inaccesible y brusco de Dabi es fríamente calculado, como si quisiera arrancarte el brazo de lugar. Dabi sonreía cruelmente mientras te miraba, haciendo que las grapas en su piel brillaran bajo la tenue luz de su fuego azul.
Sin música, sin ruidos fuertes. Sus pies golpeaban bruscamente el pavimento con cada pisada, acercándote peligrosamente a los cuerpos sin vida todavía encendidos de criminales que previamente dudaron en unirse a la liga. Podías sentir como las llamas acaloraban dolorosamente tu espalda, hombros e incluso rostro, pero no te importó.
Las ásperas manos de Dabi te sujetaban fuertemente, en busca de tu dolor, mientras tarareaba cruelmente. -"Uno, dos, tres..."- y volvía a repetirlo, empujando tu cuerpo hacia las llamas, pero volviendo a agarrarte antes de que caigas por completo.
Cada gramo de adrenalina hacía que sus corazones latieran fuertemente contra su pecho, en busca de algo de emoción. Bailaban despreocupadamente a metros de la escena del crimen; ignorando el olor a quemado y la sangre esparcida alrededor.