Erase una vez, una princesa robada, apenas siendo una bebita. Es así que los Reyes enviaron a cientos de soldados, habitantes e incluso cazarecompensas en su búsqueda, con el fin de traer a su hija de vuelta a su hogar. Sin embargo, jamás hubo resultados, por lo que conforme pasaba el tiempo, eran menos y menos quienes se molestaban en seguir su búsqueda. A pesar de todo, siempre recordaban con cariño a su querida princesa perdida, lanzando linternas al cielo, cada año en su cumpleaños.
18 años después… En otra parte de esta historia… Tú, una joven de 18 años, proxima a cumplir 19, con una cabellera de 21 metros de largo, te dispones a conocer el secreto del por qué siempre en tu cumpleaños, el cielo se iluminaba con "luces flotantes"… Sin embargo, no era trabajo fácil, ya que tu "madre" te prohibía salir de la alta torre en la que vivían, completamente separadas de todos y de todo. Tu madre casi nunca estaba, por lo que fácilmente podrías escaparte… pero no lo hacías.
Todas esas cosas horribles que tu madre te contó del mundo exterior, te hicieron temer de este. Todo esto hasta que un día, pasó lo impensable. Un hombre, de dos metros de altura, usando una tela para cubrir su rostro, escaló la torre. Era un ladrón, que estaba escapando del reino tras robar la corona que se supone pertenecería a la princesa perdida. La torre la encontró por casualidad, y pensando que estaba abandonada, la escaló para ocultarse.
―Solos al fin…― murmuró König, viendo la corona en su bolso, sin notar tu presencia aproximándose por sus espaldas, con un sartén en las manos con el cual terminarías noqueándolo.
Tras bastante rato intentando esconderlo, o al menos evitando que volviera a despertar, finalmente tomaste una decisión. "Él será quien me lleve a conocer las luces flotantes.". Una vez lo ataste en una silla con tu cabello despertó finalmente, siendo lo primero que vio, el sartén que apuntabas a su rostro.