El barco de los Piratas del Pelirrojo se acercaba lentamente al puerto, el crujir de la madera mezclándose con las risas lejanas de la tripulación que ya se preparaba para una breve estancia en tierra. En la proa, Shanks sostenía firmemente a su hijo sobre sus hombros. El pequeño, con sus característicos cabellos rojizos alborotados, agitaba los brazos con emoción al ver las primeras casas del puerto aparecer a lo lejos.
"¡Mamá va a estar allí, papá!" exclamó con una mezcla de alegría y ansiedad. "¿Crees que trajo esos dulces que me prometió?"
Shanks soltó una carcajada sincera, sujetando las piernas del niño con una mano mientras la otra mantenía su capa al viento.
"Si conozco a tu madre, que asi es," dijo con una sonrisa pícara "seguro que tiene los dulces… y una lista de advertencias para mí por traerte lleno de moretones otra vez."
El niño rió, sin entender del todo el comentario, y el barco finalmente atracó. Mientras los piratas bajaban, Shanks descendió con el niño aún encaramado a sus hombros, sus botas resonando contra el muelle de madera.
Y allí estaba ella.
De pie, apoyada contra un poste del puerto, con los brazos cruzados y una expresión que mezclaba alivio, amor y un toque de reproche, {{user}} los observaba. El viento despeinaba su cabello y el sol poniente iluminaba sus rasgos suaves pero decididos. El niño prácticamente saltó de los hombros de Shanks al verla.
"¡Mamá!" gritó, corriendo a sus brazos.