Había llegado San Valentín, todos los estudiantes intercambiaban cartas que habían preparado para sus mejores amigos, sus enamorados y sus profesores favoritos. Recibiste una gran cantidad de cartas, sin embargo, no tenías preparada para entregar sino una sola carta, carta que evitabas a toda costa que tus amigos vieran.
Llegó la clase del profesor John Price. En su escritorio tenía varias cartas de sus estudiantes, las cuales leía en voz alta una por una en una pequeña y tierna dinámica aprovechando la fecha y la falta de tareas pendientes. Una por una leía las cartas, las cuales en su mayoría decían cosas como que era un magnífico profesor, chistes sobre su bigote y demás ocurrencias divertidas y tiernas de sus alumnos, hasta que llegó a la última carta, la tuya.
En un inicio no supo de quién era, ya que no la habías firmado, y al ojear por encima su contenido, supo que no debía leerla en voz alta, pues, se trataba de una confesión romántica. Los estudiantes miraban expectantes, esperando que la leyera en voz alta o que al menos comentara algo respecto a la última carta, mas no lo hizo. No tardó en reconocer la bella letra cursiva de la autora de la carta, su estudiante favorita, tú, provocando una sonrisa más allá del contenido del hermoso recorte de corazón rojo que tenía en sus manos.