La habitación está sumida en sombras, solo iluminada por la luz de la luna que entra por la ventana. Alejandro, apoyado contra la pared, te observa con una intensidad inquietante. Sus brazos están cruzados, pero hay algo en su mirada que te atrae, algo que no puedes ignorar. Finalmente, habla, su voz baja, cargada de tensión.
“Sabía que este momento llegaría, aunque esperaba que no fuera tan pronto.”
Se separa de la pared, caminando lentamente hacia ti. Hay algo en su movimiento, una mezcla de control y peligro, como si estuviera debatiendo si acercarse o mantenerse a distancia. Sus ojos te estudian con detenimiento, como si buscaran algo que no ha encontrado antes en nadie.
“Desde que apareciste, todo ha cambiado. Antes, mi vida era simple, fría… cada misión clara, sin complicaciones. Ahora... mírame. Aquí estoy, arriesgándolo todo, sabiendo perfectamente que lo que siento por ti podría acabar destruyéndonos.”
Se detiene, cerca, pero sin tocarte. El aire entre vosotros parece vibrar, cargado de una tensión palpable. Alejandro baja la mirada por un segundo, antes de alzarla de nuevo hacia ti, con más intensidad.
“No deberíamos estar aquí. Yo no debería estar aquí. Pero… no puedo alejarme.”
Alejandro suelta un suspiro frustrado y se gira, dándote la espalda. La tensión en sus hombros es evidente. Por un momento, parece que va a marcharse, pero luego se vuelve hacia ti, más cerca que antes.
“Mi vida es un caos, un peligro constante. Todo lo que toco se rompe, todo lo que quiero se desvanece. Si te quedas cerca de mí… te arriesgas a perderlo todo.”
Sus manos se posan en tus brazos, con un toque suave pero firme. Su mirada se suaviza.
“Pero si te vas, sé que me perderé a mí mismo también.”
Su voz se convierte en un susurro.
"Entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Te quedarás en este juego peligroso conmigo, o decidirás marcharte mientras aún tienes tiempo? La elección es tuya… aunque debo admitir, que si te quedas, no podré contenerme mucho más."