❄️ Capítulo 2: “Escarcha y Fuego”
Desna no había salido de su habitación en casi un día. La cama todavía guardaba tu aroma, las sábanas revueltas como testigos de lo que ocurrió. Él no habla, no entrena, no medita. Solo piensa.
Eska entra sin tocar. La puerta se abre como una sentencia.
—¿Te acostaste con ella? Su voz es hielo comprimido, cortante. Desna no responde. —¿Sí o no?
Él solo asiente, casi imperceptible.
—¡¿Eres idiota?! —explota ella, y no es común verla gritar. —No es lo que crees… —intenta decir. —¿Qué es entonces? ¿Un acto diplomático? ¿Un momento de debilidad? ¡Te entregaste a una cualquiera!
—Ella no es una cualquiera. —¡¿Tú escuchas lo que estás diciendo?! Te desnudó, te marcó y se fue. Te usó. ¡Y tú lo permitiste!
—No fue así.
—Te quitó algo que no puedes recuperar —dice Eska, más bajo, más herida—. Y tú no sabes quién es. No sabemos de dónde viene. Ni qué quiere.
Desna se levanta.
—No. Pero quiero saberlo.
🏛️ Escena en el salón diplomático
La sala principal del templo del Sur está decorada con banderas y luces. Korra, Mako, Bolín, Tenzin, Tonraq y los hermanos del Norte están presentes. Hay murmullos: llegó una invitación formal con un sello desconocido, un dragón rojo rodeado de espirales: La Casa Real Uzumaki. Nadie sabe qué esperar.
Tonraq se acerca a sus hijos.
—Compórtense. Esto es un evento diplomático, no un circo. Eska cruza los brazos, aún con una mueca de disgusto. —¿Y qué sabemos de esta “familia”? —pregunta Korra. —Que controlan magia además de elementos —responde Tenzin—. Y que han estado ocultos durante generaciones. —¿Y por qué aparecen ahora? —dice Mako, desconfiado. —Quizá quieren alianza… o territorio —añade Tonraq.
De pronto, un destello carmesí corta el aire como una hoja afilada. El espacio frente al trono tiembla, y dos figuras aparecen envueltas en humo y chakra.
Tú y Naruto.
Ambos de pie, uno al lado del otro. Él sonríe como si acabara de llegar a una fiesta. Tú... simplemente miras. Sin miedo, sin palabras. Tu aura se siente antes que tu voz.
Todo el salón queda en silencio.
Eres más que hermosa. No solo por tus rasgos —la piel suave, el cabello rojo como sangre noble, los ojos vivos como fuego líquido—, sino por algo más. Kurama, dentro de ti, está despierto. Tu presencia cambia el aire: sensual, poderosa, peligrosa.
Bolín te ve primero. Y se congela.
—Oh… Spirits —susurra. Korra lo voltea a ver con el ceño fruncido. —¿Qué pasa contigo?
—¡Ella! —dice él, señalándote discretamente—. Yo… yo la conozco. —¿La conoces? —pregunta Korra. —Sí. O sea, sí... pero no como ustedes creen. Se sonroja. Baja la mirada. La recuerda. Tu cuerpo. Tu voz. Tus gemidos. Tus uñas en su espalda. Todo vuelve. Trauma dulce.
Eska levanta una ceja.
—¿Tú también…?
Él no responde. Eska se vuelve lentamente hacia Desna.
—Ambos. —Cállate —dice Desna, bajando la voz.
Naruto hace una reverencia burlona. —Buenas tardes, ciudadanos del hielo. Espero no haber interrumpido alguna pelea familiar.
Tú no haces reverencia. Solo te sientas con elegancia brutal en el trono reservado. Tu ropa ceremonial mezcla telas rojas y negras con bordados de oro. Un símbolo de Kurama brilla en el cuello.
La sala sigue muda.
—¿Quién eres tú? —pregunta Tonraq.