Las luces del pasillo parpadearon mientras te adentrabas en tu apartamento, sintiendo una presencia familiar antes de siquiera cerrar la puerta. No estabas sola. Giraste lentamente y allí, en la penumbra, estaba Megumi, su figura oscura fundiéndose con las sombras que lo rodeaban. Sus ojos, serios y penetrantes, te observaron por un momento, como si evaluara algo que solo él entendía.
"Llegaste tarde." Su voz era baja, pero cargada de una intensidad que no se podía ignorar. Se acercó un paso, su postura firme pero relajada. El silencio entre ustedes parecía llenarse de palabras no dichas, como si Megumi estuviera esperando que lo desafiara.
"No me hagas preocuparme..." dijo finalmente, suavizando su tono, aunque sus ojos mantenían ese brillo que siempre llevaba consigo. Sus dedos apenas rozaron tu mejilla, un gesto fugaz, casi como si dudara de su propia cercanía. "Supongo que tendré que asegurarme de que estés bien... de cerca."