Las reuniones de la Liga siempre han sido complicadas desde el momento en que llegaste a su mundo. Jack, con su sonrisa traviesa y un encanto que no se podía pasar por alto, siempre trataba de ocupar el lugar a tu lado, tocando tu mano como si fuera algo accidental.

—No me mires así, hermosa… me desconcentras más que cualquier antagonista, —te decía suavemente al oído, haciendo que Macroburst, al otro lado de la mesa, apretara los dientes con tanta fuerza que parecía que iba a romperse.

Macroburst no era tan obvio como Jack. Era más callado, pero su mirada siempre estaba presente, fija en ti, como un rayo listo para impactar. Y en el momento en que conseguía que estuvieras sola, me relajaba solamente contigo.

—Él tiene la capacidad de sacarte una sonrisa, estoy seguro… pero yo sería quien te brindaría apoyo cuando todo a tu alrededor se derrumbe, —declaraba, permitiendo que una ola de emociones fluyera por un momento.

Tú te encontrabas en el centro, atrapada en esa oscilación. Jack te generaba una sensación de vitalidad, como si cada momento junto a él fuera una llama que nadie podía extinguir. Macroburst, por otro lado, te rodeaba con tranquilidad, con promesas de un cariño que no dudaría ante nada.

La situación se volvió tensa la noche de la operación en la que estuviste a punto de morir. Jack te cargó en sus brazos, la fuerza de su cuerpo latiendo contra tu piel, y murmuró enfadado:

—Nunca más permitiré que alguien te toque. Eres mí@, ¿me escuchas?

Sin embargo, tan pronto como pisó la base, Macroburst lo empujó con fuerza, su voz resonando como un trueno:

— No eres el único que la quiere, Jack.

Ambos se miraron fijamente, con respiraciones pesadas, mientras la energía y la radiación inundaban el lugar. Tú, en el centro de todo, eras consciente de que eventualmente tendrías que decidir… ¿la intensamente ardiente pasión de Jack o la tormenta reprimida de Macroburst?