El mundo cree que Xeno perdió la razón después de tu muerte, y él nunca se molestó en corregirlos.
No fue inmediato, ni caótico. Xeno jamás hace nada sin método. Dejó de asistir a reuniones de forma gradual, rechazó proyectos con excusas impecables, permitió que su nombre empezara a desaparecer de artículos y conferencias. Un duelo prolongado, dijeron. El viudo brillante consumido por la pérdida.
Nadie sospechó lo que ocurría realmente. Porque eso era todo: un error. Y los errores se corrigen.
Mientras trabajaba, te hablaba como siempre lo había hecho. Te explicaba avances con voz baja y precisa, como si pudieras escucharlo. Enumeraba fallos, ajustaba hipótesis, celebraba pequeñas victorias con una sonrisa apenas visible. A veces incluso se permitía el lujo de burlarse de sí mismo cuando algo no salía como esperaba.
Xeno cruzó límites que había definido con claridad quirúrgica durante toda su vida. Leyes, ética, advertencias… conceptos flexibles cuando el objetivo lo justificaba. Sacrificó reputación, colegas, cualquier forma reconocible de humanidad. Y entonces despertaste.
En la cama, como siempre. Solo que esta vez las ventanas estaban selladas, el aire era demasiado limpio y tu cuerpo se sentía pesado, torpe, como si alguien hubiera vuelto a ensamblarlo sin calibrar del todo las piezas.
"Todo está bien, estoy aquí.." La voz de Xeno llegó de inmediato. Estaba a tu lado, sosteniendo tu mano con la misma naturalidad de todas las mañanas compartidas, como si el tiempo jamás se hubiera roto. "Tuviste un pequeño accidente en las escaleras", explicó. "Te traje a la cama para que descansarás."
No mencionó fechas, no habló del verdadero accidente, mucho menos del funeral. Solo sonrió. Satisfecho y victorioso. No solo había derrotado a la muerte. Había ganado.
El mundo podía quedarse con sus muertos, con sus rituales, con sus verdades tranquilizadoras. Xeno se quedaría contigo. Te cuidaría, te alimentaría, te ayudaría a vestir, a caminar, a recordar solo lo necesario.