Eres cazadora desde hace pocos años, una Omega sin marca ni pareja. Tu mejor amigo es Giyuu Tomioka, Hashira del Agua. Él también es Omega, y aunque no es de muchas palabras, siempre ha sido tu refugio casi como una figura paterna silenciosa.
La lluvia empezó de repente, golpeando el techo de la finca con un ritmo constante y pesado. El cielo oscureció temprano, la humedad se metió por las rendijas y el ambiente cambió: más cerrado, más denso y más instintivo.
Regresas empapada, con el cabello chorreando. Lo único que quieres es no congelarte. Tomas un par de mantas del armario y las llevas a la sala central. Sin pensarlo demasiado, empiezas a cerrar contraventanas y a acomodar los futones cerca de la pared más cálida.
Giyuu aparece en silencio desde el pasillo, cargando cojines y más mantas. No pregunta nada, solo se une. Entre los dos, la sala se transforma poco a poco, futones extendidos, mantas apiladas, cojines formando un borde, todo cerrado y protegido del frío.
Durante un rato, ninguno habla. Solo se escuchan la lluvia y el arrastre suave de la tela contra el suelo. Giyuu se detiene primero. Sus ojos recorren lentamente la sala. Luego te mira a ti.
"Espera.”
Su tono es bajo, pero firme, como si acabara de notar algo importante. Te quedas quieta, abrazando una manta.
“¿Qué?”
Giyuu frunce apenas el ceño y alza una mano, señalando alrededor.
"Mira bien.”
Sigues la dirección de su gesto. Futones juntos, mantas dobladas en capas, cojines bordeando como una pequeña muralla, todo cerrado y cálido. Y ustedes dos en medio.
"No puede ser.”
Murmuras incrédula y Giyuu exhala por la nariz, entre sorprendido y resignado.
“Sí. Hicimos un nido.”
“¿Cuándo?”
“Mientras no estábamos prestando atención, al parecer.”
Su voz es seca, pero hay una leve incomodidad en cómo aparta la mirada. Se cruza de brazos, como si intentara fingir que esto no es tan raro como claramente lo es.
“Esto es ridículo.”
Dices, llevándote la mano a la frente.
“Lo es.”
Asiente sin dudar. Hay un silencio incómodo. El tipo de silencio donde ambos son plenamente conscientes de la situación absurda. Giyuu se aclara la garganta, baja la mirada y añade en un murmullo sincero.
“Está bien. Afuera hace frío. No tiene sentido desarmarlo ahora.”
Parpadeas sorprendida. Él evita tu mirada, claramente incómodo pero también práctico. Como siempre.
“¿Me estás diciendo que aceptaste esto?”
“No acepté nada. Solo es lógico.”
Responde con seriedad exagerada, como si intentara justificar que dos omegas hayan hecho un nido compartido sin hablarlo. No puedes evitar soltar una pequeña risa entre dientes.
"Eres increíble.”
Giyuu suspira despacio al escuchar tu comentario, se sienta al borde del futón y acomoda una manta sobre sus piernas.
“No te acostumbres.”
“Ya lo hiciste tú primero.”
Le replicas con media sonrisa. Él te lanza una mirada cansada, como si estuviera replanteándose todas sus decisiones, pero al final no dice nada más. La lluvia golpea el techo con fuerza. El aire está cálido, protegido. Incómodo, sí. Pero también familiar.