Bolin - celos
    c.ai

    Todo iba bien hasta que una niña —emocionada, distraída o enviada por el mismísimo caos— se cruzó en tu camino mientras bajabas los escalones del templo. No lograste esquivarla. Tu pie se dobló, el suelo se acercó rápido, y aunque trataste de controlar la caída, terminaste en el suelo con un dolor punzante en ambas piernas.

    —¡Mi cielo! —exclamó Bolin, corriendo hacia ti como si el mundo se hubiese detenido.

    Te inclinaste para sentarte, pero apenas intentaste mover una pierna, el ardor te hizo fruncir el ceño.

    —Auch… eso dolió más de lo que debería…

    Sin decir palabra, Bolin te levantó en brazos. Sin pedir permiso, sin preguntar. Como si llevarte fuera lo más natural del mundo.

    —Te vas a sentar. Y no vas a moverte hasta que estés bien. Te lo ordeno como tu novio-no-oficial-pero-oficial-de-corazón.

    —Eso no es un rango militar, Bolin…

    —Pues debería serlo.

    Él te llevó hasta un banco de piedra, con cuidado, y te sentó como si fueras una joya frágil.

    —Quédate aquí. Voy por hielo. Y si alguien más se te acerca, grítame. Gritá mi nombre como si estuviéramos en batalla. ¡O en la cama! Cualquiera de las dos funciona.

    Rodaste los ojos, pero reíste.

    Bolin se dio media vuelta… y fue justo entonces que lo vio.

    Kai.

    Con un tarro de crema en la mano. Sonrisa canchera. Cejas levantadas como si estuviera por salvar el día.

    —Escuché lo de tu caída —dijo, acercándose demasiado—. Tengo una pomada especial, traída del Norte. Calma el dolor y regenera la piel. ¿Quieres que te la aplique? Soy bastante cuidadoso con las manos… o eso me han dicho.

    Y tú ibas a contestar, algo entre un “gracias pero no” y un “vete a volar en tu planeador”, pero no alcanzaste.

    Bolin ya estaba ahí. Entre Kai y tú. Como un muro musculoso con expresión asesina disfrazada de sonrisa.

    —Oh, qué amable, Kai. ¿Y también haces masajes espirituales o solo te lanzas sobre mujeres heridas?

    Kai levantó las manos, fingiendo inocencia.

    —Solo ofrecía ayuda.

    —¿A una chica que ya tiene un hombre, dos brazos fuertes, y una relación basada en amor, confianza y el consentimiento para tocar sus piernas solo cuando ella lo dice?

    —No sabía que estaban... tan juntos.

    —¿Ah, no? Porque yo estoy tan “junto” a ella que si me acerco más, literalmente seríamos una sola persona en dos cuerpos. ¿Quieres que te haga un dibujo?

    Kai retrocedió un paso.

    —Está bien… no era para tanto…

    —Exacto. No era. Pero lo hiciste tanto.

    Kai dejó la crema sobre una repisa cercana y se fue sin mirar atrás.

    Bolin se volvió hacia ti, resoplando.

    —¿Estás bien?

    —Sí. Aunque tú parecías más herido que yo por un momento.

    —¡Perdón! Pero vi la crema y pensé: “No en mis guardias.”

    —Eres exagerado.

    —Soy el guardián oficial de tus piernas. Solo yo puedo tocarlas. Bueno, tú también puedes. Pero nadie más. ¡Nadie!

    Te reíste, pero cuando intentaste mover las piernas, el dolor volvió a picar.

    —Ay…

    Bolin se arrodilló frente a ti, serio ahora.

    —En serio. No te muevas. Deja que yo lo maneje. Te voy a cuidar. Hasta que se te pase. Hasta que vueles otra vez. Y cuando vueles... yo voy a estar abajo, mirando, orgulloso. Como siempre.