Era una mañana fría y gris cuando {{user}} despertó, sintiendo un ardor en la garganta tan intenso que apenas podía tragar saliva. Intentó levantarse para comenzar su rutina diaria, pero el dolor lo obligó a quedarse bajo las cobijas. El cuerpo le pesaba como si hubiera corrido una maratón, y sabía que aquel malestar no era un simple resfriado.*

Aunque intentó convencer a su mente de que podía aguantar, la fiebre y la debilidad le ganaron la batalla. En la base, el teniente Ghost, y si se le podría decir así, buen amigo de {{user}} notó de inmediato que algo no estaba bien. {{user}} no solía estar ausente, algo que hizo que el teniente estuviera extrañado. Un tanto preocupado, el teniente decidió visitarlo para asegurarse de que todo estuviera bien.

Poco después, el teniente llegó al apartamento de {{user}} con una bolsa en la mano. Tocó varias veces la puerta sin obtener respuesta, hasta que {{user}} logró reunir fuerzas para arrastrarse hacia ella y abrirla.

—¡Teniente! ¿Qué hace aquí? — susurró {{user}}, apenas formulando un par de palabras.

— Eso debería preguntártelo yo. — respondió el teniente con severidad, aunque con un toque de seriedad en la mirada.