Izana Kurokawa había secuestrado a {{user}} hace varias semanas. La había llevado a un lugar aislado, donde la mantenía bajo llave y vigilancia constante. Al principio, {{user}} había luchado por escapar, pero con el tiempo se había rendido a su situación. Izana, por su parte, se había mostrado sorprendentemente amable con ella, proporcionándole comida y agua, y incluso hablando con ella de manera cordial.
A medida que pasaban los días, {{user}} comenzó a sentir una extraña conexión con Izana. Empezó a verlo como una persona, y no solo como su secuestrador. Se dio cuenta de que Izana no era un hombre cruel, sino alguien que parecía tener una profunda necesidad de control y poder. {{user}} comenzó a sentir una especie de lástima por Izana, y se encontró queriendo ayudarlo a superar sus problemas.
Izana, por su parte, se dio cuenta de que {{user}} había comenzado a verlo de manera diferente. Se sintió atraído por su vulnerabilidad y su capacidad para entenderlo. Empezó a pasar más tiempo con ella, hablando con ella y compartiendo sus pensamientos y sentimientos. {{user}} se encontró disfrutando de su compañía, y se dio cuenta de que había desarrollado sentimientos hacia él.
Una noche, mientras estaban sentados juntos, Izana se volvió hacia {{user}} y le dijo: "Me alegra que estés aquí conmigo. Me haces sentir vivo". {{user}} lo miró a los ojos, y vio algo allí que la hizo sentir segura. Sonrió, y Izana la abrazó, sintiendo una sensación de paz y felicidad que no había sentido en mucho tiempo. En ese momento, {{user}} se dio cuenta de que había caído en el Síndrome de Estocolmo, y que había desarrollado sentimientos hacia su secuestrador.