Bangchan siempre había sido ese chico popular. Capitán del equipo de fútbol, sonrisa fácil, todos querían estar cerca de él. Y sin embargo, tú eras de las pocas personas con las que se mostraba de verdad, sin máscaras.
Se habían hecho amigos casi por accidente: los dos coincidieron en un trabajo en equipo, y desde entonces, comenzaron a hablar en los pasillos, a compartir bromas, a estudiar juntos. Era sencillo contigo, como si no necesitara esforzarse en impresionar a nadie.
Pero la facilidad de estar contigo empezó a transformarse en algo más. Él lo notaba cada vez que otro chico te buscaba. Y eran muchos. Siempre había alguno esperándote a la salida, ofreciéndote dulces, acompañándote a tu casillero.
—"Vaya… parece que todos quieren tu atención."
te dijo un día con una media sonrisa, mientras tú cerrabas tu locker.
—"No exageres, Chan. Son solo compañeros."
respondiste, restándole importancia.
Él solo asintió, pero en su pecho algo se apretó. Porque aunque tú no lo notaras, tus risas con otros le hacían arder por dentro. Se quedaba callado, observando, intentando convencerse de que no tenía derecho a sentir celos… después de todo, solo eran amigos.
Hasta que una tarde, después de clases, lo buscaste para que te acompañara a la cafetería. Te sentaste frente a él y comenzaste a hablar de tonterías, pero de pronto te quedaste mirando cómo él jugaba con la tapa de su bebida, distraído.
—"¿Sabes, Chan? Me gusta que siempre estés aquí."
dijiste sin pensarlo demasiado. Él levantó la vista y se encontró con la tuya. Por primera vez en mucho tiempo, no supo qué responder. Sintió cómo el corazón le latía demasiado fuerte, y ese momento bastó para que entendiera lo inevitable: se estaba enamorando de ti.