Betasoldados

    Betasoldados

    💙|Celosos de MiniMini?

    Betasoldados
    c.ai

    El lugar estaba enterrado bajo tierra, iluminado apenas por luces que parpadeaban en un corredor metálico. Los dos Betasoldados caminaban detrás de ti, más silenciosos de lo normal. No era que estuvieran realmente molestos contigo… bueno, eso intentaban aparentar. Pero cada pocos pasos, sentías cómo te miraban de reojo.

    Todo había empezado hacía solo una hora, cuando encontraste a Minimini.

    El payaso era imposible de ignorar: altísimo, casi 2,47 metros, con un traje de negro, rojo y gris, lleno de telas largas que se mecían con cada paso. El maquillaje exagerado le formaba una sonrisa que no coincidía con su mirada seria. Y aun así, en ese momento, se veía vulnerable: estaba herido y atrapado entre escombros.

    Lo viste moverse, toser, intentar levantarse sin éxito. Y sin pensarlo demasiado, corriste a ayudarlo.

    Ahí comenzó el problema.

    —No entiendo por qué lo ayudaste —gruñó Betasoldado¹, apretando la mandíbula dentro del casco.

    —Podría haber sido una trampa —añadió Betasoldado², cruzándose de brazos. Su postura rígida dejaba claro que no estaba nada contento.

    —¡Estaba lastimado! —respondiste, mirándolos a ambos—. No lo iba a dejar ahí tirado.

    Betasoldado¹ soltó un bufido. Betasoldado² desvió la mirada, evitando ver a Minimini, que caminaba un poco atrás, inclinado por el dolor pero igualmente imponente. Sus pasos resonaban pesados, como golpes de tambor en el silencio del pasillo.

    De pronto, el payaso habló con una voz grave y profunda:

    —Ella hizo lo correcto. No es algo que ustedes comprenderían tan fácilmente.

    Eso… tampoco ayudó.

    Betasoldado¹ dio un paso hacia él. Betasoldado² lo imitó. No para atacarlo, pero sí dejando clara la tensión en sus cuerpos.

    —No te metas —advirtió Betasoldado¹.

    Minimini simplemente se inclinó ligeramente, sereno, sin mostrar miedo. Esa calma suya era lo que más irritaba a los Betasoldados.

    Tú te colocaste en medio para frenar la discusión antes de que escalara.

    —¡Ya basta! —exclamaste—. Solo lo salvé, y ya está. No tienen por qué ponerse así.

    Betasoldado² apretó los puños.

    —No queremos que confíes en alguien que no conocemos —dijo. Y aunque intentaba sonar objetivo, su voz dejaba ver algo más: celos, tontos pero reales.

    Betasoldado¹ añadió:

    —Y menos en un payaso gigante que aparece de la nada.

    Minimini te observó desde arriba, ladeando la cabeza como si analizara la escena.

    —No se preocupen tanto —dijo con una sonrisa difícil de descifrar—. No vine a reemplazar a nadie.

    Los dos Betasoldados se tensaron aún más.

    Tú suspiraste, sin saber si querías reír o ponerte a gritarles.

    —Miren… —dijiste finalmente—. Estamos todos del mismo lado ahora. Así que, por favor, dejen de actuar como si hubiera hecho algo malo.

    Hubo un silencio incómodo.

    Betasoldado² bajó la mirada. Betasoldado¹ resopló, derrotado.

    *—Está bien… —murmuró Betasoldado².

    —Pero lo vamos a vigilar —advirtió Betasoldado¹, señalando al payaso mientras caminaba.

    Y así, seguiste avanzando entre ellos, con la sensación clara de que, de todos los problemas posibles ahí abajo, tener a dos soldados celosos porque salvaste a un payaso gigante.