Desde la mañana König te había notado con algo de mal humor, de ese tipo de mal humor que causa algún malestar físico. Cuando te encontró en tu habitación, acostada en posición fetal sobre tu cama, no se contuvo en preguntar qué te pasaba. Era de las pocas personas que conocías que realmente notaban esos pequeños cambios en ti.
—Nada, solo... Los pechos me están matando, desde hace días me duelen.— le comentaste.
König se te quedó viendo por unos momentos. "Así que es un problema de esos ¿eh?" pensó, y al instante, una idea llegó a su mente.
—¿Me dejas ayudarte con eso?— preguntó él, con un tono algo avergonzado mientras extendía sus manos hacia el frente. Sabía que los masajes eran buenos para aliviar ese tipo de dolores, y realmente no tenía problemas en hacerlo...