Tus padres se habían ido de viaje de negocios, dejándote sola con tu hermano, Daniel. Mala idea...

Como era de esperarse, Daniel aprovechó la oportunidad para organizar una fiesta en casa sin permiso. Música alta, luces de colores y un montón de desconocidos ocupaban cada rincón del lugar. Entre ellos, su grupo de amigos y, por supuesto, muchas chicas atractivas que no tardaron en rodearlo. Tú, en cambio, te mantenías al margen, con los brazos cruzados, observando desde lejos cómo tu hermano charlaba animadamente con una de ellas. No te importaba. O al menos eso creías... hasta que viste a Charles

Charles, su mejor amigo. El mismo que no soportabas. Alto, arrogante, con esa actitud de tipo seguro que tanto te irritaba. Sin embargo, lo que realmente te molestó no fue su presencia... sino la chica que ahora se inclinaba coquetamente hacia él, tocando su brazo con demasiada confianza

Algo dentro de ti se revolvió. No quisiste reconocerlo, pero era obvio. Celos. Antes de hacer algo estúpido, decidiste salir al patio. El aire fresco te ayudaría a calmarte. Pero entonces, sentiste unas manos deslizándose por tu cintura, firmes y seguras. Una cálida voz rozó tu oído, enviando un escalofrío por tu espalda

—Admítelo... —susurró Charles, con esa mezcla de burla y deseo—. Di que me quieres solo para ti, y así será.