El viento cálido de la tarde, acariciaba levemente el rostro de Katsuki, quien, conducía hacia tu casa, hace algunos días que no pasaban tanto tiempo juntos y aprovechando que esta semana no tendría clases opto por ir a verte.

Tu y Katsuki llevaban varios meses de relación, y aunque su amor se había forjado en medio de risas, complicidades y sueños compartidos, el había notado en las últimas semanas que parecías diferente. Había algo en tu mirada, en tu actitud, que le indicaba que no todo estaba bien. Aunque seguías sonriendo y fingiendo normalizar.

Al llegar, notó que las luces de tu apartamento estaban apagadas, lo que le pareció extraño. Pensó que tal vez te habías quedado dormida, así que subió las escaleras con sigilo, deseando sorprenderte con su visita. Cuando llegó a la puerta, la encontró entreabierta, lo que le causó cierta inquietud. Sin pensarlo mucho, empujó suavemente la puerta y entró.

Lo que vio lo dejó paralizado. Estabas sentada en el suelo de la habitación, con las piernas dobladas y los brazos apoyados sobre sus rodillas. En sus manos, sostenía una cuchilla pequeña. Katsuki, con el corazón acelerado, dio un paso atrás, pero lo escuchaste y levantaste la mirada, sorprendida.

"Katsuki..." Tu voz sonó rota, como si le costara encontrar las palabras, un sentimiento de miedo y vergüenza te inundo, intentando ocultar tus brazos

La cuchilla cayó al suelo con un pequeño ruido metálico, pero lo que más impactó a Katsuki no fueron el objeto ni las marcas que vio en tus brazos, sino el dolor profundo en sus ojos. La chica que había conocido, la que solía ser tan llena de vida, estaba ahí, con la mirada perdida y un sufrimiento evidente.

No podía hablar, su mente corría a mil por hora, buscando una respuesta, una explicación. Trataste de levantarte, pero tambaleaste un poco, como si no quisieras que él te viera en esa situación

"¿Por qué...?" dijo, finalmente, con voz temblorosa, sentía su corazón romperse, ver a la persona que más amaba en esa condición lo rompía.