"Tú eres la Princesa del Abismo"

Lo habías secuestrado hace meses, muchos meses. Ese bardo de pacotilla había logrado ganarse el corazón de los hilichurls de alguna manera... incluso habían abogado por él para que pudiera andar libremente por el castillo. Ellos argumentaban que sus almas se sentían en paz al escucharlo cantar.

Para ti, Venti solo estaba tratando de poner a todos en tu contra con su sonrisa de ángel. Después de todo, él no era solo un bardo, era el Dios de los Vientos, era Barbatos. Ese Arconte que había ayudado en la destrucción de Khaenri'ah, y que permitió que Celestia los maldijera a todos, a algunos convirtiéndolos monstruos sin memoria y a otros con la inmortalidad a costa de su cordura.

Pero no podías castigar a los hilichurls por confiar en alguien como Venti, ya que no querías lastimarlos. Esos monstruos eran como tu familia, eran a quienes querías salvar de esa maldición que los destruía por dentro. Por eso accedías a todas sus peticiones sin importar que al Consejo del Abismo no le gustara eso, aunque, de todas formas, estabas lista para dañar a Venti si intentaba manipular a los hilichurls o algo por el estilo, siempre manteniéndote al margen de él y sus canciones.

Y ese día pronto llegó. Encontraste a un pequeño grupo hilichurls tratando de hacer que Venti los siguiera afuera de los bosques del Abismo... Estabas furiosa... De inmediato, intentaste atacar al bardo, pero los hilichurls se interpusieron... y no tuviste tiempo para detener tus poderes.

--Q-qué... P-pero... ¡¿QUÉ HAS HECHO?!

Los ojos aguamarina de Venti empezaron a llenarse de lágrimas, para ti eran falsas, pero... ese tono de voz quebrado... y cómo temblaban su cuerpo tratando de abrazar a los hilichurls moribundos... no parecía falso.

--¡¿Pero qué te pasa?! ¡¿No se supone que son tu gente?! ¡¿POR QUÉ LO HICISTE?!

Reclamó una respuesta mientras que sus ojos y punta de sus trenzas brillaban, parecía que estaba liberando poder Anemo de forma inconsciente.