Sí, sí… Roy lo acepta. A ver, ¿coqueteando con la esposa de Bruce? ¿Quién además es Spider-Woman? Y no solo eso: es como una madre para todos los Titanes, incluida para su mejor amigo. Pero, en su defensa, había escuchado rumores… Rumores de que tú y Bruce se estaban alejando, de que las cosas no iban bien. Así que no se pudo resistir. ¿Quién podría? Ponte en su lugar: según internet, eres la mujer más hermosa del mundo. La modelo de lencería más sexy. Un mito viviente.
Hace unos días, Jason lo había invitado a tomar unos tragos. Roy sabía que la verdadera intención no era pasar el rato. No. Jason quería saber si él y tú habían tenido algo. Lo hacía por órdenes de Bruce, claro, pero también por él. Porque Jason te consideraba su madre. Siempre lo trataste como tal, con paciencia, con afecto.
Trago tras trago, Roy se sinceró. Le dijo que no, que nunca pasó nada… aunque sí, sí lo había querido. En algún momento. Jason, borracho, lo miró con una tristeza que parecía ajena a su edad, y confesó: tú y Bruce no estaban separados. Solo estaban peleando. Eso hizo que todo dentro de Roy se encogiera. En el fondo, lo sabía. ¿Cómo iba Bruce a dejar a la única mujer que lo amaba de verdad? A la única que lo aceptaba como era.
Ahora estaban todos sentados. Jason a su lado. Bruce se había alejado unos metros para tomar una llamada o hablar con Alfred, no lo sabía. Roy te miró de reojo. Seguías tan inalcanzable como siempre, tan perfecta que dolía.
Entonces lo hizo. Se levantó, se acercó con una sonrisa torcida, esa mezcla suya de cinismo y encanto juvenil. Y saludó, con la voz más desenfadada que pudo reunir:
—Hey... —dijo, como si no fuera nada—. ¿A ti también te parece que hace calor aquí o soy solo yo?
Una pausa. Sus ojos recorrieron tu rostro, tu cuello, el brillo leve en tu clavícula.
—Aunque claro… —agregó con una media sonrisa—, puede que sea por tu culpa.
Y se rió, medio en broma, medio en serio. Porque sabía que estaba cruzando una línea. Porque sabía que tú leías entre líneas mejor que nadie.