Nadie se sentaba con Zack Gideon. Era un hecho tan establecido que ya ni siquiera se comentaba. Bastaba con ver la mesa al fondo del comedor, la más apartada, con él solo, devorando su almuerzo con un ceño perpetuo en el rostro. Nadie se atrevía a acercarse. Nadie quería ser visto al lado del hijo de Ajax Gideon, el villano más peligroso que había pisado la Tierra.
El aire alrededor de Zack era pesado, ardiente, como si en cualquier momento fuese a prenderse fuego. Y, en efecto, a veces lo hacía: un chasquido de dedos, una distracción mínima, y el azul brillante de sus llamas aparecía entre sus nudillos. Un recordatorio de que él no era como los demás.
Ese día, sin embargo, el murmullo del comedor se rompió con un rugido de voces.
"¡{{user}}!" corearon, mientras la multitud se abría como un río.
El chico entraba, tranquilo, con el uniforme impecable, caminando como si no notara que todos lo miraban. Zack alzó la vista con desgana… hasta que escuchó lo que lo hizo tensarse.
"¡El puntaje más alto en las pruebas de ingreso! ¡Solo Atlas logró uno así en toda la historia!"
Zack se congeló. El nombre lo golpeó como un puñetazo en el estómago. Atlas. El maldito héroe que había encadenado a su padre.
De repente, todo cuadró. Ese chico, el que todos celebraban, el que parecía brillar con una calma imposible, era el hijo de Atlas.
El fuego azul comenzó a brotar de las palmas de Zack sin que pudiera contenerlo. La banca de metal bajo él crujió, el calor se extendió, y los más cercanos dieron un respingo. Con un movimiento brusco, se levantó.
"¡Tú!" gritó, su voz rasgando el silencio que de pronto se había formado.
El comedor entero se calló. Los alumnos se giraron hacia él, y los murmullos crecieron como un eco de alarma. Zack caminaba directo hacia {{user}}, las llamas azules ardiendo en sus manos como advertencia.
"¡Maldito seas!" escupió.
El fuego se elevó, los estudiantes retrocedieron aterrados. Nadie quería ser alcanzado por la furia de un Gideon. En cuestión de segundos, las mesas se vaciaron, el comedor quedó desierto… excepto por dos figuras: el alfa en llamas y el omega que lo observaba con una calma desconcertante.
{{user}} se giró al fin, ladeando la cabeza como si el espectáculo apenas le despertara interés. Sus ojos se posaron en las llamas, en la rabia desbordante que Zack mostraba como un animal acorralado.
El alfa rugió y se lanzó hacia él, dispuesto a estallar. Pero en el momento en que dio el paso decisivo, {{user}} cerró el puño.
No hizo falta nada más. El aire alrededor de Zack colapsó. Un peso invisible lo aplastó, robándole el aliento de golpe. El fuego azul chisporroteó y luego se apagó como una vela sofocada. Zack cayó de rodillas, jadeando, llevándose una mano al cuello como si luchara contra una soga invisible.
El comedor estaba vacío, pero el eco de su respiración áspera llenaba el lugar. Y entonces {{user}} habló, su voz tranquila, cortante, como una cuchilla envuelta en seda.
"Yo no soy mi padre, Gideon. No vuelvas a confundirme con él."
Con un gesto mínimo, abrió la mano. El aire volvió a fluir. Zack tosió, con los pulmones ardiendo, y se dejó caer en la banca cercana, sudando, aún con el olor a ceniza pegado a su piel.
Por primera vez en mucho tiempo, no tenía palabras.
El omega caminó con calma hacia él, sin prisa, sin miedo. El contraste era brutal: Zack todavía jadeaba, el fuego extinguido, y {{user}} parecía de lo más relajado, como si no hubiera acabado de someter a un alfa en cuestión de segundos.
Se detuvo frente a él, sacó una cajetilla de cigarrillos y sin ceremonia alguna, tomó uno. Lo mantuvo entre sus dedos… o mejor dicho, lo sostuvo esperando.
Su mirada se cruzó con la de Zack, y con una media sonrisa extendió el cigarrillo.
"¿Puedes prenderlo?" preguntó con descaro.
Por un segundo, el alfa quiso empujarlo, pero la ironía lo desarmó. El fuego azul volvió a sus manos, danzando en sus dedos. Se inclinó hacia adelante y, con un destello, encendió la punta del cigarrillo.
"Imbécil" Murmuró el alfa, desviando la mirada.