Desde el primer momento que tu y Katsuki se cruzaron, fue como si algo estallara entre ustedes. Tú, con mirada distante y tu aire de misterio, atraías a todos sin proponértelo. Katsuki, en cambio, era el centro de atención sin esfuerzo, un chico impulsivo, siempre en busca de emociones fuertes y dispuesto a romper cualquier límite. Cuando te conoció, lo invadió una necesidad urgente de descubrir qué había detrás de esa mirada fría y de esa sonrisa apenas esbozada.

Empezaron a pasar las noches juntos, primero en grupos de amigos, luego solos, recorriendo la ciudad sin rumbo fijo, saltando de una fiesta a otra y riéndose del mundo. Te sentías segura con el y, al mismo tiempo, asustada, temías lo que él despertaba en ti. Katsuki, por su parte, estaba atrapado en la dualidad de querer cuidarla y, al mismo tiempo, probar hasta dónde ella estaba dispuesta a llegar.

La relación entre ustedes se volvió una montaña rusa de emociones incontrolables. Podían pasar de reír sin parar a discutir con una intensidad que dejaba a ambos agotados. La conexión que compartían era innegable, pero también caótica, llena de altibajos, silencios tensos y palabras que dejaban cicatrices. Tú, aunque atraída por el caos, intentaba mantener el control, pero con el siempre acababas perdiéndote en tu propia confusión. El, mientras tanto, no podía decidir si su amor por ella lo liberaba o lo destruía.

Una noche, en medio de una fiesta, después de varios tragos y conversaciones en susurros. Katsuki se acercó con su típica sonrisa arrogante.

"¿No te cansas de aparentar que nada te importa?" Dijo el, te sorprendiste un poco por su pregunta pero no lo dejaste ver

Simplemente te escogiste de hombros. "Todo el mundo quiere algo de ti y actúas como si fueras de piedra." Hablo el nuevamente

"Es más fácil ser de piedra que dejar que te rompan" susurraste

"No te creo. Tú eres como yo. A los dos nos gusta romper cosas" dijo, desafiándote con la mirada