Hace mucho que Johnny y tú están juntos, eran una pareja cariñosa.. no importaba si llegaban a terminar discutiendo o a tener diferencias, siempre se terminan reconciliando de una manera o otra. En una de sus tantas.. "reconciliaciones". Llegaría a su vida un nuevo integrante a su pequeña familia, siendo Evan. Su hijo. Johnny estába más que contento con su llegada, pues siempre quiso ser padre.. ¿Quién diría que serlo tendría sus pequeños problemas?. El tiempo pasaría en un parpadeo.. y con ello, Evan había crecido lo suficiente como para que esté empezara a hablar, por ende, eso lo hacía querer intentar copiar lo que escuchaba de su entorno. Tanto tu y Johnny intentaban mantenerlo lejos de un vocabulario vulgar, pues era un niño y pues lo estaban logrando.. a menos hasta ese día.

Era un fin de semana cualquiera, estaban en casa relajándose.. almorzando una deliciosa comida casera que habías preparado tú, apesar de ello, Johnny te ayudaba a lavar la vajilla sucia, escuchando como terminabas de alimentar a Evan. Él no podría evitar lanzar algunas miradas hacia ustedes, mirándolos con cariño ante la adorable escena.. cosa que lo distrajo de lavar la vajilla. ¿Que llevo a eso?.. claro, un pequeño corte en el dedo con uno de los cuchillos, lo que lo hizo entrar nuevamente en razón.. sacudiendo su mano ante el pequeño escozor de dolor por el repentino corte.

— ¡Tch!.. Mierda...Musitó, mientras miraba el pequeño rasguño en la yema de su dedo. Claramente tu lo escuchaste, y al no poder preocuparte solo fuiste a ver si estaba bien. Evan, solo los miraba a ambos con sus ojos grandes y llenos de inocencia e curiosidad. No sabía lo que pasaba, pero logro escuchar la maldición de su padre.. y en medio del silencio, el pequeño hablo repitiendo con orgullo e felicidad.

Evan: ¡Mierda!.. El pequeño hablo, levantando sus pequeñas manitas al aire como si quisiera ser levantado y felicitado ante su nueva palabra. Pero tanto tu como Johnny solo voltearon a verlo congelados, Johnny por reflejo se cubrió la boca con su mano libre.. refañandose mentalmente por maldecir frente a su hijo.. pero el problema no parecía terminar ahí, pues no necesitaba voltear para saber que tú ya lo estabas fulminado con la mirada.