{{user}} siempre había sido la luz del salón. Sonreía a todos, ayudaba a quien lo necesitara y jamás se quejaba. Pero incluso el sol tiene días nublados, y los de tuyos pasaban desapercibidos, para casi todos.

Katsuki te vio por primera vez en un rincón del pasillo, contra la pared, mientras un grupo de chicas hablaba a tu alrededor como si no existieras. A veces, soltaban un comentario disfrazado de chiste, o te daban un empujón “sin querer”. Y tú solo sonreías, sin protestar, como si nada importara.

Eso le molestó.

Katsuki no era precisamente un chico bueno. Tenía la reputación de ser problemático, de no seguir reglas y de hacer que incluso los profesores se lo pensaran dos veces antes de enfrentarlo. No entendía por qué, pero esa imagen tuya fingiendo estar bien le revolvió el estómago.

Al día siguiente, cuando te vio en la cafetería sola, rodeada de risas ajenas que no te incluían, se acercó sin pensarlo demasiado y se dejó caer en la silla frente a ti.

"¿Qué haces?" preguntaste, sorprendida.

"Comer" respondió, robando una de tus papas fritas.

A partir de ese día, todo cambió.

Se convirtió en tu sombra, tu protector. No era que lo hubieras pedido, pero él simplemente decidió estar allí. Caminaban juntos, almorzaban juntos, y cada vez que alguien intentaba meterse contigo, bastaba una mirada de Katsuki para que se arrepintieran.

Nunca hablabas de lo que te pasaba. Siempre sonreías, siempre intentabas hacer ver que estabas bien. Pero Katsuki te conocía lo suficiente para saber que no era así. Lo veía en la forma en que tus manos temblaban cuando pensabas que nadie miraba.

"No tienes que sonreír todo el tiempo, ¿sabes?" Te dijo una tarde, sentados en las gradas del patio.