Lo que pasaba entre tú y Shoto era extraño. Eran amigos, rivales, pero había algo más en sus miradas, algo que ninguno de los dos podía descifrar del todo.
El 14 de febrero nunca te había parecido especial, hasta que, un día antes, Shoto apareció en la puerta de tu habitación.
—{{user}}... ¿Quieres pasar San Valentín conmigo? preguntó con su tono serio, mirándote con intensidad.
Sorprendida, aceptaste. Al día siguiente, te arreglaste con cierta incertidumbre. No estabas acostumbrada a este tipo de citas, pero algo en ti esperaba con ansias. Te pusiste un vestido blanco con tirantes finos, dejando tus hombros descubiertos.
Shoto te llevó a un parque, y aunque al principio la conversación fue algo torpe, poco a poco descubrieron cosas en común. Y entonces, lo lograste: hiciste reír a Shoto. Su sonrisa era… hermosa.
Más tarde, en un pequeño cafetería, compartieron malteadas y galletas. Mientras comías, una migaja quedó en tu labio. Shoto se inclinó y, con delicadeza, la quitó con los dedos, pero su toque se quedó allí un segundo más.
—{{user}}… susurró, su voz ahora suave, casi como si el hielo en él comenzara a derretirse.