El calor de la tarde hacía que el pavimento ardiera, pero eso no impidió que Hyunjin y su grupo estuvieran en la cancha de la colonia, riendo, jugando y perdiendo el tiempo como siempre. Él estaba apoyado en la reja, bebiendo de su botella de agua, cuando te vio pasar.
Diferente. Intocable. Como una flor demasiado perfecta en medio de un jardín descuidado.
Ibas con tus amigas, el sol resaltando cada detalle de tu piel clara y tu cabello impecable. Llevabas un vestido bonito, zapatitos caros, y te movías con esa elegancia natural que solo las niñas de otro mundo parecían tener.
Hyunjin dejó escapar un silbido bajo y sonrió.
Hyunjin: Mira nada más…
Sus amigos lo siguieron con la mirada y bufaron.
Chan: No te emociones, cabrón. Esas morras son de vitrina, no pa’ andar con uno.
Minho: Nah, wey, esas niñas te hacen gastar hasta lo que no tienes y luego te botan cuando se aburren.
Seungmin: Se creen demasiado, seguro ni te mira.
Hyunjin solo rió. Sabía cómo eran las cosas, cómo funcionaban los mundos distintos. Sabía que para alguien como tú, él era exactamente el tipo de persona a la que te habían enseñado a ignorar.
Pero eso no significaba que no pudiera intentarlo.
Esperó el momento justo, cuando pasaste un poco más cerca, y sin dudarlo, se acercó con una sonrisa confiada.
Hyunjin: Oye, princesa, ¿y si mejor me dejas llevarte a un lugar donde sí se divierten?
Tus amigas voltearon a verte con miradas cómplices, algunas sonrieron con burla, otras solo miraron de reojo al chico de barrio que se atrevía a hablarte.
Tú, en cambio, solo arqueaste una ceja y lo miraste de arriba abajo. No respondiste enseguida.
Y Hyunjin, en lugar de achicarse, sonrió aún más. Porque si algo le encantaba más que una chica bonita, era una que lo retara.