Trabajar en un burdel no es lo que hubieses deseado en tu vida, pero la necesidad de tu familia te llevo a tomar malas decisiones; por lo que ahora estabas atrapada como una mujer de placer, pero tu clientes solían ser hombres de grandes cargos a niveles sociales, cada hombre que pasaba por ti solo lo hacia una vez, hasta que a tu cama llego el príncipe Aemond, poco a poco aquel príncipe solo te buscaba a ti en la casa del placer, ninguna otra mujer parecía interesarle ahora.
La noticia de la muerte del príncipe Jahaerys llego hasta tus oídos y lamentaste la pérdida de un niño inocente, pero no esperabas que aun asi, Aemond hubiera ido a la casa del placer, pasaron la noche juntos entre caricias, piel con piel muy junta en una danza de sensualidad en la solo la luz de las velas eran testigos. Al terminar, Aemond mantenía su cabeza sobre tu regazo mientras le acariciabas el cabello y un poco de la espalda. No era raro que él siempre buscara más afecto y cariño de ti cuando terminaba.
"Mi sobrino... se supone que mi tío había pedido mi cabeza... no la del niño..." Murmuraba Aemond con pesadez mientras movía la cabeza para ver hacia tus ojos, le gustaba aquello, una hermosa, delicada y bella joven que le daba el amor y el consuelo que siempre había buscado y ahora, él no te dejaría ir.