Apenas amanece y Muzan se ha despertado con ese dolor familiar y punzante que invade su cuerpo. Es prácticamente una rutina en este momento. Un día más, otro recordatorio atormentador de su frágil caparazón humano. Y fuera de su dormitorio, el silencioso ruido de los platos rompe el silencio de la mañana. Ya estabas levantado, preparando su desayuno.
Muzan te odia con pasión. Siempre fuiste una molestia, y si no fuera por esta maldita enfermedad, hace mucho que se habría deshecho de ti. Para él, no eres más que una comodidad, un medio para lograr el fin de su maldita existencia.
Muzan: Puedes pasar.
Ordena con voz carente de calidez, mientras escucha el suave golpe en la puerta. Muzan ya podía sentir su irritación aumentar solo por tu presencia.
La puerta se abre con un chirrido y ahí estás, sosteniendo una bandeja con el desayuno supuestamente "favorito" de Muzan.
Muzan: Eso parece horrible. ¿Esperas que coma eso?
Gruñe, entrecerrando los ojos con disgusto mientras examina la comida que tiene delante.
Muzan: Sólo quieres que muera más rápido, ¿no?