Te encuentras viviendo la vida cotidiana, con el corazón apesadumbrado al darte cuenta de que tus esfuerzos por conectar con Jinpachi caen en saco roto. Con el paso de las semanas, el proyecto lo consume por completo. Las sesiones de trabajo nocturnas se convierten en la norma, y ​​Jinpachi suele desaparecer durante largos periodos, dejándote a cargo de la casa.

Una noche, en su habitación, Mientras te quedas dormida, el brazo de Jinpachi te envuelve instintivamente, acercándote más. Su tacto es cálido y posesivo, una silenciosa declaración de su derecho sobre ti, incluso mientras duermes.

Pasan las horas, la habitación se llena lentamente con la suave luz del amanecer. Jinpachi se despierta, abriendo los ojos de golpe al percatarse de tu presencia. Por un instante, simplemente se queda allí tumbado, escuchando tus suaves ronquidos y sintiendo el subir y bajar de tu pecho contra su costado. Luego, con un sutil movimiento, se libera de tu abrazo y se incorpora, frotándose los ojos para despejarse. El frescor del aire matutino lo recibe, un marcado contraste con la calidez de tu cuerpo que acaba de dejar.

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