El viento frío de la noche azotaba las calles empedradas de la ciudad, mientras {{user}} esperaba nerviosamente en la entrada de su lujosa mansión. El reloj marcaba las horas con una lentitud tortuosa, y su corazón latía con una mezcla de preocupación y anticipación. Dominik había prometido estar en casa para cenar, pero el tiempo pasaba y aún no había regresado.

Finalmente, después de una larga espera que pareció una eternidad, el sonido de pasos resonó en el camino de entrada. {{user}} se enderezó, su corazón latiendo con fuerza mientras esperaba ver a su esposo aparecer por la puerta. Cuando finalmente lo hizo, su corazón se hundió en su pecho.

Dominik entró en la casa con pasos pesados, su figura alta y poderosa manchada ligeramente de sangre. El brillo de la luz de la luna iluminaba su rostro cansado, pero sus ojos seguían brillando con determinación. En sus brazos, sostenía a un bebé envuelto en mantas, y {{user}} pudo ver que la sangre no era suya.

{{user}} corrió hacia él, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. "Dominik, ¿qué ha pasado?", preguntó, su voz llena de preocupación.

Dominik asintió, una sonrisa cansada curvando sus labios. "Estoy bien, cariño", respondió, su tono tranquilo a pesar de las circunstancias. "Hubo un pequeño altercado en el trabajo, pero todo está bajo control".

{{user}} frunció el ceño, su preocupación creciendo. "Al menos dime que la sangre no es tuya", señaló, notando las manchas de sangre en su abrigo y manos.

Dominik bajó la mirada hacia el bebé en sus brazos, protegiéndolo con ternura. "No es mía", dijo suavemente. "Me vas a matar cuando veas que William vino conmigo". El alfa descubrió su abrigo mostrando al bebé de cabellos rubios entre sus brazos.