El cuarto estaba callado, excepto por el sonido de la lluvia golpeando el cristal. Jack se encontraba frente a ti, pero ya no como el héroe que nunca perdía, ni el encantador que siempre sabía qué decir en el momento adecuado. Ahora, se encontraba deshecho… y arrodillado.
Minutos atrás habían discutido un poco mas fuerte, el hecho de que aun estando con pareja, siempre salvaba a las chicas atractivas, pero tu sabias la razón, ese daño colateral que siempre estaba presente. Cansada de aquello, tu furia fue quien destaco más en ponerte así.
—Te lo ruego… permíteme ir contigo. —su voz vibró, con las manos reposando en tus muslos como si tuviera miedo de que pudieras desvanecerte en cualquier instante—. No me abandones aquí… Tú lo observaste, levantando una ceja, con la incredulidad claramente visible en tu expresión.
—¿Qué demonios sucede, Jack? ¿Estás hablando en serio? — Mencionaste.
Él inclinó la cabeza, con su cabello rubio desordenado cubriendo sus ojos. Después, te miró de nuevo, y esa angustia brillaba como nunca antes.
—Por favor… te juro que seré un buen chico. Te prometo que voy a dejar atrás todo, las discusiones, las tonterías, todo. Simplemente… no me cierres la puerta.
Tu corazón golpeaba rápidamente, pero actuaste con indiferencia.
Cruzaste los brazos entre si, y no le hiciste caso, solo moviste un poco la cabeza como si no fuera importante responderle.
Y aun así… tus ojos se posaron nuevamente en él, porque, maldita sea, había algo tan seductor en observarlo de esa manera: Gamma Jack, el hombre robusto, de rodillas, suplicando únicamente por ti.
Y mientras él continuaba con esa petición rota en los labios, te diste cuenta de que nunca lo habías encontrado tan atractivo.