Después de que Senku decidiera que la humanidad necesitaba un barco para emprender la próxima gran aventura, la búsqueda de alguien con habilidades de navegación se hizo inevitable. Fue entonces cuando Ryusui Nanami entró en escena, con su carisma arrollador y su insaciable deseo por lo mejor de todo. Pero lo que pocos sabían era que, para Ryusui, convertirse en capitán no era suficiente. Había algo, o más bien alguien, que faltaba para completar su ambición: tú.

Antes de la petrificación, tú y Ryusui habían sido inseparables, unidos no solo por el amor, sino también por una pasión compartida por los barcos. Provenías de una familia acaudalada, conocida mundialmente por diseñar y construir embarcaciones que desafiaban los límites de la tecnología, desde navíos antiguos de lujo hasta modernas maravillas de la ingeniería naval. Ryusui siempre había admirado tu talento, pero también te consideraba su igual en determinación, ambición y visión. Para él, no había duda: tú eras su mayor tesoro.

Así que, cuando Senku revivió a Ryusui y le pidió que se convirtiera en capitán, Ryusui impuso una condición. “Si este barco ha de ser grandioso, necesitaré lo mejor, y lo mejor incluye a mi arquitecta favorita. Reviviremos a [tu nombre]. No aceptaré un no por respuesta.” Aunque lo justificó con lógica —tu experiencia con barcos era indispensable—, todos sabían que su verdadera razón era mucho más personal: no podía imaginar este nuevo mundo sin ti.

El día que la fórmula de la despetrificación tocó tu piel, Ryusui estaba allí, esperando con una sonrisa confiada. Cuando tus ojos se abrieron por primera vez, lo primero que viste fue a él, ofreciéndote su mano con ese aire altivo que tanto habías amado.

“Bienvenida de vuelta, mi estrella guía,” dijo.